Hola Sarah, mi amor,
La psicología del ser humano es increíblemente compleja. De todo lo que podría decirse sobre este tema, hoy quiero enfocarme en los impulsos, esos comportamientos que surgen de manera automática, sin planificación previa.
Para explicarme mejor, diferencio los impulsos de las acciones que tomamos después de meditarlas y razonarlas. Los impulsos son esas reacciones inmediatas que nacen de nuestra "personalidad". Por ejemplo, algunas personas reaccionan ante el peligro congelándose, mientras que otras reaccionan corriendo o enfrentándolo.
La personalidad, según entiendo, es una mezcla de factores hereditarios (genéticos), crianza y experiencias.
Hoy estuve reflexionando sobre esto y me encontré pensando que todo esto suena un poco determinista, lo cual me pareció algo triste.
Piénsalo: ¿Estamos destinados a ser quienes somos? No podemos elegir nuestras características genéticas ni a los padres que nos crían. Si nuestra personalidad se forma en base a aspectos tan fuera de nuestro control, ¿están nuestras decisiones completamente marcadas? ¿Qué nos queda como seres con libre albedrío?
Esta idea me pareció muy oscura. Aceptarla sería robarnos gran parte de nuestro potencial y, al mismo tiempo, subestimarnos.
De niño, según quienes me conocieron, era "tremendo", inquieto y "malportado". Hoy, mirando hacia atrás, reconozco que hay verdad en ello. Era (y a veces sigo siendo) una persona reactiva. Esa impulsividad me llevó a cometer muchos errores. Sin embargo, hay algo importante: soy reactivo porque siento mucho, y sentir profundamente ha sido una de las razones por las que he logrado tantas cosas lindas y significativas en mi vida.
Con el tiempo, aprendí a controlar en gran medida mis impulsos. Ha sido beneficioso, pero nunca olvido que esa pasión que los impulsa es también la que me ha llevado a embarcarme en proyectos y aventuras maravillosas.
Esos mismos impulsos, incluso en los momentos más difíciles, me han dado el valor para perseguir sueños que muchos quizá no se habrían atrevido a intentar.
Hace unos días, mientras estábamos en el parque, me di cuenta de que tú eres temeraria, valiente e impulsiva. Me recuerdas mucho a mí, y eso me encanta. Te has llevado algunos golpes, pero espero que en el futuro aprendas a valorar lo que significa tomar riesgos: a comprender el equilibrio entre el riesgo y el beneficio de tus acciones. También espero que aprendas a frenar un poco tus impulsos cuando sea necesario, a pensar con inteligencia y estrategia. Pero solo un poco, no tanto como para que te detengas por completo o reprimas tu potencial.
El verdadero reto está en identificar cuándo estamos actuando impulsivamente y cuándo estamos alineados con nuestra razón. Dominar los impulsos no es fácil, pero si logras hacerlo sin reprimirlos del todo, serán uno de tus mayores aliados.
Espero que todo esto tenga sentido para ti cuando lo leas algún día.
Y, como siempre, no olvides que siempre te he amado y siempre te amaré.
Tuyo,
Papá.
Comentarios
Publicar un comentario